Con María Inmaculada, queremos vivir la espiritualidad de comunión, para ser discípulos misioneros de Jesucristo

LA IGUALDAD

Confrontados los diferentes Equipos Coordinadores de Sector, ECS, y sus comunidades acerca del valor de la igualdad se concluyó:

Que entre los misioneros sí hay igualdad, producto de la unidad de los mismos con su parroquia. A diferencia de lo que se ve en las comunidades donde en algunos sectores, sus integrantes mostraron apatía o indiferencia. Cada quien espera que sea el otro, el que tome la iniciativa. En otros sectores ha se ven los resultados de las asambleas familiares, se valora el trabajo grupal, hay participación y cambio de vida, ya no hay tantas diferencias como en otros tiempos. Es un proceso que se da lentamente, a medida que se va implementando el PDRE, Plan Diocesano de Renovación y Evangelización, y con el estudio de los diferentes valores mes a mes; así la gente se va concientizando.

Personalmente creo que hemos confundido algunos valores en el afán de practicarlos y la igualdad como tal no existe, o es muy vulnerada, disfrazándola de falsa caridad. Creo que nos falta camino por recorrer, para que este valor en todo su sentido sea una realidad, en todos los campos, tanto familiares, como civiles o eclesiásticos. Menos mal, que estamos tomando conciencia, gracias al PDRE, ojalá logremos alcanzar la meta propuesta, y esto solo será posible si cada cual pone de su parte y da el primer paso. (Magdalena González)

“Iguales en dignidad,
compartiremos la diversidad”


Es el valor que nos permite identificarnos con los demás, considerándolos semejantes a nosotros. La igualdad, va muy unida a la caridad y a la solidaridad. Es un valor imprescindible para el progreso, el avance, de toda la sociedad, porque ofrece la posibilidad de que cada ser humano tenga los mismos derechos y oportunidades, y en consecuencia, de que cada persona pueda aportar al conjunto desde su libertad, de que pueda contribuir con su trabajo, su esfuerzo, sus conocimientos, su solidaridad.

En este sentido, es también fundamental arbitrar medidas que garanticen la plena incorporación de la mujer en todos los ámbitos de la vida; medidas que incluyan acabar con las discriminaciones salariales (ya que son muchas las mujeres que tienen sueldos más bajos que sus compañeros, aún desempeñando las mismas funciones) y hacer efectiva una verdadera conciliación de la vida personal, profesional y familiar. Por eso es vital el reparto de tareas, ya que la mayoría de las mujeres tienen doble y triple jornada laboral, pues a las horas que dedican a ejercer su profesión hay que sumar las destinadas a cuidar de sus hijas y sus hijos, a organizar el hogar o a estar al cargo de sus mayores. Y hasta que no exista una verdadera conciliación y se repartan de verdad el trabajo y la responsabilidad en el ámbito familiar, las mujeres no estaremos en igualdad de condiciones ni tendremos las mismas oportunidades. Ese es el desafío que tenemos por delante mujeres y hombres: caminar hacia un modelo de sociedad más justo e igualitario, hacia un futuro mejor para todas y todos.

La práctica del valor de la igualdad, especialmente en las relaciones entre hombres y mujeres, fue un eje que atravesó el ministerio de Jesús. Hasta entonces las mujeres habían sido excluidas de cualquier ámbito que no fuera el del cuidado del hogar; y habían estado siempre sujetas a su padre, esposo, hermanos o cualquier otro familiar varón. Sin embargo el anuncio de Jesús y su práctica mostraban la superación de esas estructuras patriarcales.

Las mujeres viven esta acogida y reconocimiento en cuanto mujeres, puesto que el anuncio del Reino de Dios que trae Jesús incluye la superación de las estructuras y las relaciones patriarcales que las subordinaban, despersonalizándolas al tratarlas como un objeto o como seres permanentemente menores de edad, valoradas tan solo como madres o esposas, y reducidas sus funciones a las del hogar. Jesús valora a la mujer, por encima de todo, como persona, y jamás restringe su misión a la tarea del hogar y a la maternidad. En el movimiento de Jesús se establece una nueva forma de relación y vinculación entre hombre y mujer, ya sea como pareja, o como miembros de una comunidad. Hasta entonces en la sociedad judía, era inusual que un rabino (maestro) tuviera discípulas mujeres -hecho compartido con la cultura helenística- que defendía el honor masculino y el pudor femenino. Sin embargo, el Maestro Jesús rompe con los paradigmas patriarcales y considera a las mujeres dignas, al dedicarles tiempo para la enseñanza, algunas veces, de forma particular. Estas mujeres no solo formaron parte activa de su ministerio, sino del posterior desarrollo de la fe cristiana.

La igualdad se extiende a todos, teniendo de manera especial a los seres humanos más desprotegidos. De la misma manera que la mujer no se consideraba en la cultura judía como persona digna de ser tenida en cuenta en los diferentes ámbitos de la sociedad, tampoco los niños eran merecedores de este aprecio y Jesús reclama para ellos el ser reconocidos como importantes no solo en esta tierra: “el Reino de los cielos es de quienes son como ellos” (Mt 19,14). Tampoco podemos marginar o despreciar a quienes no son poseedores de bienes materiales y tienen que soportar el peso de la pobreza: “Dichosos los que tienen espíritu de pobres, porque de ellos es el Reino de los cielos” (Mt 5,3). Lo mismo se aplica para los enfermos, los pecadores, los que no piensan o actúan de manera idéntica a nosotros.

No implica esto que al ser iguales en dignidad tengamos que despojarnos de nuestras diferencias, que son las que precisamente manifiestan la riqueza de la sociedad y de la Iglesia. Ya san Pablo hablaba de la diversidad de dones en la comunidad, unidos todos por el amor que permite la integración de todos los miembros de la gran familia humana (1Cor 12-13).

En nuestra parroquia la el Comité de Pastoral Social busca hacer posible la vivencia de este valor mediante la ayuda a personas de escasos recursos económicos. Las familias son motivadas para colaborar; a ellas: gracias.

“Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”

Santa Teresita:

“Durante mucho tiempo me he preguntado por qué Dios tiene preferencias, por qué no reciben todas las almas un grado igual de gracias…

… Jesús se dignó instruirme acerca de este misterio. Puso ante mis ojos el libro de la naturaleza y comprendí que todas las flores que él creó son hermosas, que el esplendor de la rosa y la blancura de la azucena no quitan el perfume a la violeta o la encantadora sencillez a la margarita silvestre. Comprendí que si todas las flores pequeñitas quisieran ser rosadas, la naturaleza perdería su ornato primaveral, los campos ya no estarían esmaltados de flores silvestres… lo mismo ocurre en el mundo de las almas que es el jardín de Jesús.

… Como el sol ilumina al mismo tiempo los cedros y las florecitas como si cada una fuese la única en toda la tierra, así también nuestro Señor se ocupa de cada alma como si fuese la única.”