Que entre los misioneros sí hay igualdad, producto de la unidad de los mismos con su parroquia. A diferencia de lo que se ve en las comunidades donde en algunos sectores, sus integrantes mostraron apatía o indiferencia. Cada quien espera que sea el otro, el que tome la iniciativa. En otros sectores ha se ven los resultados de las asambleas familiares, se valora el trabajo grupal, hay participación y cambio de vida, ya no hay tantas diferencias como en otros tiempos. Es un proceso que se da lentamente, a medida que se va implementando el PDRE, Plan Diocesano de Renovación y Evangelización, y con el estudio de los diferentes valores mes a mes; así la gente se va concientizando.
Personalmente creo que hemos confundido algunos valores en el afán de practicarlos y la igualdad como tal no existe, o es muy vulnerada, disfrazándola de falsa caridad. Creo que nos falta camino por recorrer, para que este valor en todo su sentido sea una realidad, en todos los campos, tanto familiares, como civiles o eclesiásticos. Menos mal, que estamos tomando conciencia, gracias al PDRE, ojalá logremos alcanzar la meta propuesta, y esto solo será posible si cada cual pone de su parte y da el primer paso. (Magdalena González)
“Iguales en dignidad,
compartiremos la diversidad”
Las mujeres viven esta acogida y reconocimiento en cuanto mujeres, puesto que el anuncio del Reino de Dios que trae Jesús incluye la superación de las estructuras y las relaciones patriarcales que las subordinaban, despersonalizándolas al tratarlas como un objeto o como seres permanentemente menores de edad, valoradas tan solo como madres o esposas, y reducidas sus funciones a las del hogar. Jesús valora a la mujer, por encima de todo, como persona, y jamás restringe su misión a la tarea del hogar y a la maternidad. En el movimiento de Jesús se establece una nueva forma de relación y vinculación entre hombre y mujer, ya sea como pareja, o como miembros de una comunidad. Hasta entonces en la sociedad judía, era inusual que un rabino (maestro) tuviera discípulas mujeres -hecho compartido con la cultura helenística- que defendía el honor masculino y el pudor femenino. Sin embargo, el Maestro Jesús rompe con los paradigmas patriarcales y considera a las mujeres dignas, al dedicarles tiempo para la enseñanza, algunas veces, de forma particular. Estas mujeres no solo formaron parte activa de su ministerio, sino del posterior desarrollo de la fe cristiana.
La igualdad se extiende a todos, teniendo de manera especial a los seres humanos más desprotegidos. De la misma manera que la mujer no se consideraba en la cultura judía como persona digna de ser tenida en cuenta en los diferentes ámbitos de la sociedad, tampoco los niños eran merecedores de este aprecio y Jesús reclama para ellos el ser reconocidos como importantes no solo en esta tierra: “el Reino de los cielos es de quienes son como ellos” (Mt 19,14). Tampoco podemos marginar o despreciar a quienes no son poseedores de bienes materiales y tienen que soportar el peso de la pobreza: “Dichosos los que tienen espíritu de pobres, porque de ellos es el Reino de los cielos” (Mt 5,3). Lo mismo se aplica para los enfermos, los pecadores, los que no piensan o actúan de manera idéntica a nosotros.
En nuestra parroquia la el Comité de Pastoral Social busca hacer posible la vivencia de este valor mediante la ayuda a personas de escasos recursos económicos. Las familias son motivadas para colaborar; a ellas: gracias.
“Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”
Santa Teresita:
“Durante mucho tiempo me he preguntado por qué Dios tiene preferencias, por qué no reciben todas las almas un grado igual de gracias…
… Jesús se dignó instruirme acerca de este misterio. Puso ante mis ojos el libro de la naturaleza y comprendí que todas las flores que él creó son hermosas, que el esplendor de la rosa y la blancura de la azucena no quitan el perfume a la violeta o la encantadora sencillez a la margarita silvestre. Comprendí que si todas las flores pequeñitas quisieran ser rosadas, la naturaleza perdería su ornato primaveral, los campos ya no estarían esmaltados de flores silvestres… lo mismo ocurre en el mundo de las almas que es el jardín de Jesús.
… Como el sol ilumina al mismo tiempo los cedros y las florecitas como si cada una fuese la única en toda la tierra, así también nuestro Señor se ocupa de cada alma como si fuese la única.”