Con María Inmaculada, queremos vivir la espiritualidad de comunión, para ser discípulos misioneros de Jesucristo

LA RESPONSABILIDAD

Parece ser que la irresponsabilidad es en nuestra sociedad algo nada extraño: caracterizaría a quienes son inteligentes para evadir compromisos que podrían incomodarlos o hacerles un poco difícil la vida o a quienes por su astucia se jactan de ser “vivos” buscando superar a los demás.

Tampoco los creyentes estamos exentos de caer en esa manera equivocada de actuar, no asumiendo los deberes que tenemos; incumpliendo con aquello que en últimas refleja la voluntad de Dios; lo vemos por ejemplo, en el hecho de la negligencia existente para participar en los encuentros de formación tanto para los sacramentos como para un crecimiento y maduración de la fe: se dice entonces: “¿por qué tanta exigencia?” No se da tampoco la necesaria participación de los laicos en la evangelización, pues aparece esta tarea como exclusiva de los sacerdotes o consagrados.

Nuestra condición de cristianos exige el cumplimiento de unos deberes, que también es expresión de unos derechos que nos da el Señor: hemos de asumir la misión que Él nos impone porque nos ha dado la gracia de pertenecer a su Iglesia y de ir alcanzando así la propia salvación. Una gran responsabilidad recae sobre los hombros de todo creyente: ha de preocuparse no solo por su propio bien sino también por la salvación de sus hermanos.

Siempre el modelo de la vida y del auténtico comportamiento humano lo hallamos en Jesucristo, quien nunca huyó ante la gran responsabilidad que había asumido con su encarnación: la redención de todos los hombres. Aunque doloroso y en extremo difícil fue el cumplimiento de su misión, según el querer del Padre, estará en Getsemaní diciendo: “que no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lc 22,42). Ser responsable implica renuncia y esfuerzo; Jesús mismo nos ha invitado a ir por el camino angosto y a entrar por la puerta estrecha, a ser el último y el servidor de todos.

El bautismo que nos engendró como hijos de Dios y con el cual nos hicimos uno con Cristo, siendo sus discípulos, ha dejado una huella en nuestro corazón que nos recuerda el compromiso de vivir haciendo aparecer el rostro de Cristo para que también se manifieste la misericordia del Padre. Nos estará recordando que la responsabilidad no es otra cosa que el camino que nos hace felices buscando la felicidad de los demás.

RECUERDA...

- Dios te ha hecho libre; es responsabilidad tuya no atarte con vicios, modas, miedos…

- Dios te busca; es tu responsabilidad caminar a su encuentro.

- Dios te ha dado una familia; es tu responsabilidad cuidarla, mantenerla unida, armónica, en paz.

- Dios te bendice; es tu responsabilidad bendecir aún a tus enemigos.

- Dios te perdona; es tu responsabilidad perdonar por difícil que sea.

- Dios tiende su mano para levantarte, es tu responsabilidad alargar la tuya y querer enderezarte.

- Dios te ha dado para habitar el planeta; es tu responsabilidad cuidarlo.

- Dios te habla a través de la Biblia; es tu responsabilidad conocerla.

- Dios quiere salvarte; es responsabilidad tuya querer ser salvo.

- Dios te ama; es tu responsabilidad dejarte amar y amar como Él te ha amado.

Responsabilidad en la Visita Pastoral

Julio 21 a 24





Bienvenida








Encuentro con EPAP y Grupos Apostólicos




Celebración de cumpleaños











Eucaristía
VIVAMOS LA TOLERANCIA

Pensemos en un árbol frondoso cubierto de frutas; éste las ofrece generoso, aún en el momento en el que se le esté agrediendo con palos y piedras; él entregará sus flores y sus frutas con la misma intensidad de siempre. Así es quien tiene en su corazón un verdadero y sólido amor, porque estará atento a servir aunque no le correspondan a sus buenas acciones y aún teniendo que sufrir por el bien que hace. Un ejemplo claro lo hallamos en la persona de Jesucristo, quien nos enseña a dar lo mejor de nosotros mismos sin esperar recompensa.

Del amor surge el valor de la tolerancia, que en términos generales consiste en no oponerse a algo, teniendo el poder o la capacidad para hacerlo; tolerar es aguantar, consentir, permitir, soportar, sufrir en silencio y en beneficio de otros. El propósito de la tolerancia es permitir la coexistencia pacífica de las personas. Es importante, por lo tanto, para ejercer la tolerancia, reconocer la individualidad y la diversidad, lo que permite eliminar las máscaras que crean los desacuerdos.

No es fácil asumir este valor mientras el egoísmo y el orgullo, el deseo desmedido de poder y la prepotencia nos invadan. Hemos pasado por momentos en los cuales se ha tenido que soportar la intolerancia de quienes no aceptan nuestras ideas, no están de acuerdo con nuestra cultura, no profesan nuestra misma fe, no viven nuestras mismas costumbres; lo vemos a gran escala por ejemplo con la intolerancia religiosa, en hechos sucedidos recientemente en Irak o en Egipto, donde han sido asesinados creyentes por parte de quienes piensan que el derramamiento de sangre humana es justificado por Dios mismo.

Sin embargo en algunas circunstancias, tampoco nosotros hemos sabido tolerar las diferencias de las personas que encontramos a nuestro alrededor y nos ha faltado comprensión, incluso hasta el grado de ofender verbal o físicamente. Si se dan estas situaciones en el seno de nuestras mismas familias, lo podemos constatar igualmente al interior de las comunidades, incluyendo las que están conformadas por quienes poseen una misma fe. Es lamentable constatar que entre los creyentes, quienes deberíamos dar ejemplo de amor y por tanto de tolerancia, se susciten rivalidades solo por el afán de aparecer, por el deseo de ser considerado superior al hermano que también cree y a quien no se le reconocen los valores que ha recibido de Dios. Cultivemos la habilidad de calmar los sentimientos fuertes y encendidos de las personas y no olvidemos ser árboles frondosos con muchos frutos.

Un testimonio nos puede ayudar a reconocer la importancia de este valor: “Al acercarse Diciembre empecé a hacer planes, era el primer año sin mi papá, no quería pasarlo llorando y pensando en el pasado, ni siendo consentida por los amigos; quería hacer algo diferente, recordé que alguna Navidad Dios puso en mi corazón que hay personas muy necesitadas de cariño y atención así que le pedí me llevara a donde pudiera ser útil: “servir y no ser servida”; pues bien, el 8 de Diciembre tuve la más insignificante caída de mi vida, terminé en el hospital con doble fractura, con desplazamiento en el antebrazo derecho, necesitaba cirugía. Fui atendida pronto en urgencias pero había cantidad de casos similares y más graves que el mío, así que después de cinco horas me enyesaron y tuve que esperar otros cinco días para ser operada; tiempo más que suficiente para meditar en los valores trabajados en este año: solidaridad, equidad, colaboración, etc. y los del año que inicia: respeto y tolerancia; puse toda mi voluntad para ejercitarlos pero cuando el tiempo pasa y uno ve tantas cosas en un sitio como estos empieza a pensar ¿hasta dónde va la tolerancia y dónde empieza la inercia, el conformismo?

El hospital está más enfermo que los pacientes, a todos les deben sueldos atrasados, por tanto la atención está condicionada a un arreglo con las directivas, las instalaciones deprimen al paciente más que la misma enfermedad o la espera para que su caso sea solucionado ya que, por lo menos, en la sala que me correspondió se nota un total abandono y uno se pregunta: ¿es desprecio por los más pobres o desprecio por la misma institución? Pienso que un poco de todo, incluso indiferencia de los mismos usuarios que deben presionar a sus EPS para que se pongan al día con el hospital y así se solucionen los problemas. La tolerancia, decíamos en la Carta de Enero, es la “expresión más clara del respeto a los demás” y ejercer un derecho fundamental a la salud, a la vida y a un salario, no debe impedir la convivencia fraterna, ya que todos somos hijos de Dios y como tales estamos llamados a ayudarnos mutuamente dejando la indiferencia que muchas veces confundimos con tolerancia.

Finalmente Dios allanó el camino y fui operada, gracias a muchas personas que me demostraron su cariño interviniendo directamente o por medio de sus amistades, sus influencias, su compañía, su apoyo incondicional y lo más importante para una hija de Dios: su oración, porque sin Dios nada podemos, pero Él rompe barreras, es por eso que lo mínimo que podemos hacer por el hospital y los afectados es orar. Después de todo pude comprobar que Dios siempre escucha nuestra oración, pero concede lo que nos conviene, yo quería servir, sólo Él sabe con qué finalidad tuve que pasar por esta prueba. Mi agradecimiento para todos y así como yo he contado con ustedes siempre, cuenten con mi oración” (Magdalena González)

LA TOLERANCIA

TOLERA LA DIFERENCIA...
EDÚCATE EN LA VERDAD

“Como religiosa he vivido momento difíciles en que debo hacer acopio de mucha tolerancia, porque a veces uno encuentra personas impaciente e incomprensivas, en esas situaciones uno debe acogerse al Espíritu Santo (orar pidiendo poder entender y comunicarse con la otra persona), llegar a ella con paciencia y amor, hablarle calmadamente y darle espacio para que se descargue, así cada uno puede ceder un poco para llegar a un trato armónico. Cuando nos falta la paciencia recurrir a contar en silencio o tomar un trago de agua y sostenerlo mientras nos calmamos, así evitamos ofender e incluso llegar a situaciones peores de detrimento o falta de respeto mutuo” (Hna Teresita)

“Llevo muchos años trabajando con público, es difícil porque muchas personas quieren ser las primeras y no respetan el tiempo y las necesidades de los demás; pero mi jefe, una persona de grandes valores me enseñó a ser tolerante, respetando a todos, pidiendo a Dios el don de la paciencia, hablando calmadamente para impedir que la actitud incomprensiva de otros me robe la paz, pensando siempre en que todos somos hijos de Dios y no conocemos las circunstancias de sus vidas y el por qué de sus actitudes. Además se necesitan dos para una discusión y uno generalmente recibe lo que da” (Anónimo)

“Trabajo como taxista, es agradable porque me permite conocer muchas personas, sus vivencias y hasta sus problemas. En este trabajo he aprendido a ser tolerante porque no todos piensan igual que uno. Respeto las creencias del otro pero no dejo de lado las mías, así cuando es hora de rezar el rosario, que hago con la emisora, lo digo bajito para no incomodar, si el pasajero es católico se sorprende gratamente y me pide subir el volumen y ora conmigo; si no, simplemen-te queda en silencio; ahí hay tolerancia de lado y lado, eso me alegra porque vivo mi fe aún dentro del trabajo y además siento que puedo evangelizar sin decir una palabra” (Héctor Ramírez)

“Mi familia está dividida religiosamente y en principio fue muy difícil la sana convivencia, ya que mutuamente éramos muy intolerantes, yo los juzgaba y ellos me criticaban; hasta que mi papá puso el orden invitándonos al respeto y a no permitir que las diferencias de fe acabaran con el amor que nos debíamos, sino que por el contrario diéramos testimonio también al interior de nuestra familia, sin necesidad de renunciar a nuestras creencias y prácticas religiosas” (Magdalena)

LA ALEGRIA

La alegría como gesto y expresión de lo que guarda el corazón, es un valor que renueva y transforma al ser humano. He aquí algunos testimonios:

En la vida sacerdotal:
“Como persona y en el ambiente sacerdotal, la alegría hace parte del ánimo y la motivación libre y voluntaria que uno mismo se hace para confrontar la realidad de todos los días, mirando que cada actividad que se ha de realizar sea culminada con agrado, ya sea de momento o de tiempo. Lo importante es descubrir el valor de la sonrisa y de la risa misma para alegrar la vida de los demás, como ser de Dios que resalta la jovialidad y el carácter, en el cumplimiento del trabajo diario, con una característica y es la expresión y acogida de los hechos y el buen sentido del humor con las personas. Así se cumple la misión trayendo una imagen alegre de Jesús. Para ser alegre no debe faltar la oración, la Eucaristía y la Palabra de Dios como alimento del alma y del espíritu” (Pbro. Juan Carlos Rodríguez)

En la vida de oración:
“En el grupo de oración Fortaleza y seguidores de Jesús en Paseo Real y la pequeña comunidad María, Madre de todos en Cooviprof, tenemos como la principal forma de vivir la alegría en la unidad; cada miércoles y jueves, caminamos al encuentro del Señor, con las caras alegres y dispuesto el corazón, dando testimonio de humildad, donde la felicidad de uno es la alegría del otro. Creemos que la oración es la medicina para el corazón triste y enfermo y la alabanza el gozo en el Espíritu y el centro la Palabra de Dios que nos nutre y nos ha mantenido unidos” (Hegna y Elvira)

En el deporte:
“Yo estoy feliz de pertenecer al equipo de fútbol de mi colegio, lo disfruto, lo gozo, lo vivo en la alegría de saber compartir con mis compañeros de equipo, desde los entrenamientos, las motivaciones del profesor, el vestir con orgullo la camiseta, las barras que nos animan, los gritos de aclamación del público cuando metemos un gol, la alegría en el corazón así perdamos o ganemos. Todo esto me enseña a vivir en comunidad, a ser responsable, a emplear el tiempo fortaleciendo mi cuerpo, a la vez que hago algo que distrae y anima a otros mientras me divierto sanamente. Me causan gran alegría los triunfos obtenidos ya que me permiten salir de mi región, interactuando con equipos de otros colegios y así conozco otros chicos que como yo, aman el deporte” (Felipe Moreno, 10 años)

En las fiestas y celebraciones:
“La inocencia de los niños alegra nuestra vida, dicen que recordar es vivir. Vuelvo a sentir la alegría de hace unos años, cuando en Navidad regalé a mi primer sobrinito que contaba 3 añitos, un juguete didáctico con la figura de Pinocho, para aprender a conocer el reloj. El niño destapaba muy alegre y emocionado regalos de todos; cuando destapó el mío, salió por la parte del revés donde no había figura y gritó en el colmo de la alegría: ¡una tabla!, ¡mi tía me regaló una tabla!, ¡gracias, tía! Todos reímos, yo tomé la figura, le di la vuelta y le expliqué, el volvió a voltearla y dijo: ¡Ahh, pero a mí me gusta la tabla!” (Magdalena González)


A todos nuestros hermanos y hermanas les deseamos:


¡Feliz Navidad 2010!


¡Próspero Año 2011!

TESTIMONIO: Viviendo la fraternidad


Cuando celebrábamos la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús nos sorprendió la grata noticia de la liberación de los secuestrados que llevaban hasta doce años en poder de sus captores. Nos emocionó percibir la relación de fraternidad entre ellos y con los que ya habían sido liberados en otras ocasiones… escucharles narrar cómo se apoyaban mutuamente, cómo se fortalecían a través de la oración y de la radio cuando se lo permitían; verlos cargando aún sus cadenas, pero con un gesto humilde y muy humanitario invitar a sus captores a una conversión, a iniciar un proceso de cambio, a iniciar una vida nueva por el camino correcto, fue una lección para todos nosotros como colombianos y ante todo como evangelizadores. Nos alegramos por ellos y les damos la bienvenida a la libertad. Le rendimos honor a Jesús, fue otro triunfo de su Sagrado Corazón, lo que nos motiva a perseverar en la oración, es lo mínimo que podemos hacer para estrechar lazos de fraternidad y hacer verdaderas comunidades unidas en un mismo sentir. (Grupo de intercesión)

LA IGUALDAD

Confrontados los diferentes Equipos Coordinadores de Sector, ECS, y sus comunidades acerca del valor de la igualdad se concluyó:

Que entre los misioneros sí hay igualdad, producto de la unidad de los mismos con su parroquia. A diferencia de lo que se ve en las comunidades donde en algunos sectores, sus integrantes mostraron apatía o indiferencia. Cada quien espera que sea el otro, el que tome la iniciativa. En otros sectores ha se ven los resultados de las asambleas familiares, se valora el trabajo grupal, hay participación y cambio de vida, ya no hay tantas diferencias como en otros tiempos. Es un proceso que se da lentamente, a medida que se va implementando el PDRE, Plan Diocesano de Renovación y Evangelización, y con el estudio de los diferentes valores mes a mes; así la gente se va concientizando.

Personalmente creo que hemos confundido algunos valores en el afán de practicarlos y la igualdad como tal no existe, o es muy vulnerada, disfrazándola de falsa caridad. Creo que nos falta camino por recorrer, para que este valor en todo su sentido sea una realidad, en todos los campos, tanto familiares, como civiles o eclesiásticos. Menos mal, que estamos tomando conciencia, gracias al PDRE, ojalá logremos alcanzar la meta propuesta, y esto solo será posible si cada cual pone de su parte y da el primer paso. (Magdalena González)

“Iguales en dignidad,
compartiremos la diversidad”


Es el valor que nos permite identificarnos con los demás, considerándolos semejantes a nosotros. La igualdad, va muy unida a la caridad y a la solidaridad. Es un valor imprescindible para el progreso, el avance, de toda la sociedad, porque ofrece la posibilidad de que cada ser humano tenga los mismos derechos y oportunidades, y en consecuencia, de que cada persona pueda aportar al conjunto desde su libertad, de que pueda contribuir con su trabajo, su esfuerzo, sus conocimientos, su solidaridad.

En este sentido, es también fundamental arbitrar medidas que garanticen la plena incorporación de la mujer en todos los ámbitos de la vida; medidas que incluyan acabar con las discriminaciones salariales (ya que son muchas las mujeres que tienen sueldos más bajos que sus compañeros, aún desempeñando las mismas funciones) y hacer efectiva una verdadera conciliación de la vida personal, profesional y familiar. Por eso es vital el reparto de tareas, ya que la mayoría de las mujeres tienen doble y triple jornada laboral, pues a las horas que dedican a ejercer su profesión hay que sumar las destinadas a cuidar de sus hijas y sus hijos, a organizar el hogar o a estar al cargo de sus mayores. Y hasta que no exista una verdadera conciliación y se repartan de verdad el trabajo y la responsabilidad en el ámbito familiar, las mujeres no estaremos en igualdad de condiciones ni tendremos las mismas oportunidades. Ese es el desafío que tenemos por delante mujeres y hombres: caminar hacia un modelo de sociedad más justo e igualitario, hacia un futuro mejor para todas y todos.

La práctica del valor de la igualdad, especialmente en las relaciones entre hombres y mujeres, fue un eje que atravesó el ministerio de Jesús. Hasta entonces las mujeres habían sido excluidas de cualquier ámbito que no fuera el del cuidado del hogar; y habían estado siempre sujetas a su padre, esposo, hermanos o cualquier otro familiar varón. Sin embargo el anuncio de Jesús y su práctica mostraban la superación de esas estructuras patriarcales.

Las mujeres viven esta acogida y reconocimiento en cuanto mujeres, puesto que el anuncio del Reino de Dios que trae Jesús incluye la superación de las estructuras y las relaciones patriarcales que las subordinaban, despersonalizándolas al tratarlas como un objeto o como seres permanentemente menores de edad, valoradas tan solo como madres o esposas, y reducidas sus funciones a las del hogar. Jesús valora a la mujer, por encima de todo, como persona, y jamás restringe su misión a la tarea del hogar y a la maternidad. En el movimiento de Jesús se establece una nueva forma de relación y vinculación entre hombre y mujer, ya sea como pareja, o como miembros de una comunidad. Hasta entonces en la sociedad judía, era inusual que un rabino (maestro) tuviera discípulas mujeres -hecho compartido con la cultura helenística- que defendía el honor masculino y el pudor femenino. Sin embargo, el Maestro Jesús rompe con los paradigmas patriarcales y considera a las mujeres dignas, al dedicarles tiempo para la enseñanza, algunas veces, de forma particular. Estas mujeres no solo formaron parte activa de su ministerio, sino del posterior desarrollo de la fe cristiana.

La igualdad se extiende a todos, teniendo de manera especial a los seres humanos más desprotegidos. De la misma manera que la mujer no se consideraba en la cultura judía como persona digna de ser tenida en cuenta en los diferentes ámbitos de la sociedad, tampoco los niños eran merecedores de este aprecio y Jesús reclama para ellos el ser reconocidos como importantes no solo en esta tierra: “el Reino de los cielos es de quienes son como ellos” (Mt 19,14). Tampoco podemos marginar o despreciar a quienes no son poseedores de bienes materiales y tienen que soportar el peso de la pobreza: “Dichosos los que tienen espíritu de pobres, porque de ellos es el Reino de los cielos” (Mt 5,3). Lo mismo se aplica para los enfermos, los pecadores, los que no piensan o actúan de manera idéntica a nosotros.

No implica esto que al ser iguales en dignidad tengamos que despojarnos de nuestras diferencias, que son las que precisamente manifiestan la riqueza de la sociedad y de la Iglesia. Ya san Pablo hablaba de la diversidad de dones en la comunidad, unidos todos por el amor que permite la integración de todos los miembros de la gran familia humana (1Cor 12-13).

En nuestra parroquia la el Comité de Pastoral Social busca hacer posible la vivencia de este valor mediante la ayuda a personas de escasos recursos económicos. Las familias son motivadas para colaborar; a ellas: gracias.

“Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”

Santa Teresita:

“Durante mucho tiempo me he preguntado por qué Dios tiene preferencias, por qué no reciben todas las almas un grado igual de gracias…

… Jesús se dignó instruirme acerca de este misterio. Puso ante mis ojos el libro de la naturaleza y comprendí que todas las flores que él creó son hermosas, que el esplendor de la rosa y la blancura de la azucena no quitan el perfume a la violeta o la encantadora sencillez a la margarita silvestre. Comprendí que si todas las flores pequeñitas quisieran ser rosadas, la naturaleza perdería su ornato primaveral, los campos ya no estarían esmaltados de flores silvestres… lo mismo ocurre en el mundo de las almas que es el jardín de Jesús.

… Como el sol ilumina al mismo tiempo los cedros y las florecitas como si cada una fuese la única en toda la tierra, así también nuestro Señor se ocupa de cada alma como si fuese la única.”