EDÚCATE EN LA VERDAD
“Como religiosa he vivido momento difíciles en que debo hacer acopio de mucha tolerancia, porque a veces uno encuentra personas impaciente e incomprensivas, en esas situaciones uno debe acogerse al Espíritu Santo (orar pidiendo poder entender y comunicarse con la otra persona), llegar a ella con paciencia y amor, hablarle calmadamente y darle espacio para que se descargue, así cada uno puede ceder un poco para llegar a un trato armónico. Cuando nos falta la paciencia recurrir a contar en silencio o tomar un trago de agua y sostenerlo mientras nos calmamos, así evitamos ofender e incluso llegar a situaciones peores de detrimento o falta de respeto mutuo” (Hna Teresita)
“Llevo muchos años trabajando con público, es difícil porque muchas personas quieren ser las primeras y no respetan el tiempo y las necesidades de los demás; pero mi jefe, una persona de grandes valores me enseñó a ser tolerante, respetando a todos, pidiendo a Dios el don de la paciencia, hablando calmadamente para impedir que la actitud incomprensiva de otros me robe la paz, pensando siempre en que todos somos hijos de Dios y no conocemos las circunstancias de sus vidas y el por qué de sus actitudes. Además se necesitan dos para una discusión y uno generalmente recibe lo que da” (Anónimo)
“Trabajo como taxista, es agradable porque me permite conocer muchas personas, sus vivencias y hasta sus problemas. En este trabajo he aprendido a ser tolerante porque no todos piensan igual que uno. Respeto las creencias del otro pero no dejo de lado las mías, así cuando es hora de rezar el rosario, que hago con la emisora, lo digo bajito para no incomodar, si el pasajero es católico se sorprende gratamente y me pide subir el volumen y ora conmigo; si no, simplemen-te queda en silencio; ahí hay tolerancia de lado y lado, eso me alegra porque vivo mi fe aún dentro del trabajo y además siento que puedo evangelizar sin decir una palabra” (Héctor Ramírez)
“Mi familia está dividida religiosamente y en principio fue muy difícil la sana convivencia, ya que mutuamente éramos muy intolerantes, yo los juzgaba y ellos me criticaban; hasta que mi papá puso el orden invitándonos al respeto y a no permitir que las diferencias de fe acabaran con el amor que nos debíamos, sino que por el contrario diéramos testimonio también al interior de nuestra familia, sin necesidad de renunciar a nuestras creencias y prácticas religiosas” (Magdalena)
“Llevo muchos años trabajando con público, es difícil porque muchas personas quieren ser las primeras y no respetan el tiempo y las necesidades de los demás; pero mi jefe, una persona de grandes valores me enseñó a ser tolerante, respetando a todos, pidiendo a Dios el don de la paciencia, hablando calmadamente para impedir que la actitud incomprensiva de otros me robe la paz, pensando siempre en que todos somos hijos de Dios y no conocemos las circunstancias de sus vidas y el por qué de sus actitudes. Además se necesitan dos para una discusión y uno generalmente recibe lo que da” (Anónimo)
“Trabajo como taxista, es agradable porque me permite conocer muchas personas, sus vivencias y hasta sus problemas. En este trabajo he aprendido a ser tolerante porque no todos piensan igual que uno. Respeto las creencias del otro pero no dejo de lado las mías, así cuando es hora de rezar el rosario, que hago con la emisora, lo digo bajito para no incomodar, si el pasajero es católico se sorprende gratamente y me pide subir el volumen y ora conmigo; si no, simplemen-te queda en silencio; ahí hay tolerancia de lado y lado, eso me alegra porque vivo mi fe aún dentro del trabajo y además siento que puedo evangelizar sin decir una palabra” (Héctor Ramírez)
“Mi familia está dividida religiosamente y en principio fue muy difícil la sana convivencia, ya que mutuamente éramos muy intolerantes, yo los juzgaba y ellos me criticaban; hasta que mi papá puso el orden invitándonos al respeto y a no permitir que las diferencias de fe acabaran con el amor que nos debíamos, sino que por el contrario diéramos testimonio también al interior de nuestra familia, sin necesidad de renunciar a nuestras creencias y prácticas religiosas” (Magdalena)
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