Con María Inmaculada, queremos vivir la espiritualidad de comunión, para ser discípulos misioneros de Jesucristo

VIVAMOS LA TOLERANCIA

Pensemos en un árbol frondoso cubierto de frutas; éste las ofrece generoso, aún en el momento en el que se le esté agrediendo con palos y piedras; él entregará sus flores y sus frutas con la misma intensidad de siempre. Así es quien tiene en su corazón un verdadero y sólido amor, porque estará atento a servir aunque no le correspondan a sus buenas acciones y aún teniendo que sufrir por el bien que hace. Un ejemplo claro lo hallamos en la persona de Jesucristo, quien nos enseña a dar lo mejor de nosotros mismos sin esperar recompensa.

Del amor surge el valor de la tolerancia, que en términos generales consiste en no oponerse a algo, teniendo el poder o la capacidad para hacerlo; tolerar es aguantar, consentir, permitir, soportar, sufrir en silencio y en beneficio de otros. El propósito de la tolerancia es permitir la coexistencia pacífica de las personas. Es importante, por lo tanto, para ejercer la tolerancia, reconocer la individualidad y la diversidad, lo que permite eliminar las máscaras que crean los desacuerdos.

No es fácil asumir este valor mientras el egoísmo y el orgullo, el deseo desmedido de poder y la prepotencia nos invadan. Hemos pasado por momentos en los cuales se ha tenido que soportar la intolerancia de quienes no aceptan nuestras ideas, no están de acuerdo con nuestra cultura, no profesan nuestra misma fe, no viven nuestras mismas costumbres; lo vemos a gran escala por ejemplo con la intolerancia religiosa, en hechos sucedidos recientemente en Irak o en Egipto, donde han sido asesinados creyentes por parte de quienes piensan que el derramamiento de sangre humana es justificado por Dios mismo.

Sin embargo en algunas circunstancias, tampoco nosotros hemos sabido tolerar las diferencias de las personas que encontramos a nuestro alrededor y nos ha faltado comprensión, incluso hasta el grado de ofender verbal o físicamente. Si se dan estas situaciones en el seno de nuestras mismas familias, lo podemos constatar igualmente al interior de las comunidades, incluyendo las que están conformadas por quienes poseen una misma fe. Es lamentable constatar que entre los creyentes, quienes deberíamos dar ejemplo de amor y por tanto de tolerancia, se susciten rivalidades solo por el afán de aparecer, por el deseo de ser considerado superior al hermano que también cree y a quien no se le reconocen los valores que ha recibido de Dios. Cultivemos la habilidad de calmar los sentimientos fuertes y encendidos de las personas y no olvidemos ser árboles frondosos con muchos frutos.

Un testimonio nos puede ayudar a reconocer la importancia de este valor: “Al acercarse Diciembre empecé a hacer planes, era el primer año sin mi papá, no quería pasarlo llorando y pensando en el pasado, ni siendo consentida por los amigos; quería hacer algo diferente, recordé que alguna Navidad Dios puso en mi corazón que hay personas muy necesitadas de cariño y atención así que le pedí me llevara a donde pudiera ser útil: “servir y no ser servida”; pues bien, el 8 de Diciembre tuve la más insignificante caída de mi vida, terminé en el hospital con doble fractura, con desplazamiento en el antebrazo derecho, necesitaba cirugía. Fui atendida pronto en urgencias pero había cantidad de casos similares y más graves que el mío, así que después de cinco horas me enyesaron y tuve que esperar otros cinco días para ser operada; tiempo más que suficiente para meditar en los valores trabajados en este año: solidaridad, equidad, colaboración, etc. y los del año que inicia: respeto y tolerancia; puse toda mi voluntad para ejercitarlos pero cuando el tiempo pasa y uno ve tantas cosas en un sitio como estos empieza a pensar ¿hasta dónde va la tolerancia y dónde empieza la inercia, el conformismo?

El hospital está más enfermo que los pacientes, a todos les deben sueldos atrasados, por tanto la atención está condicionada a un arreglo con las directivas, las instalaciones deprimen al paciente más que la misma enfermedad o la espera para que su caso sea solucionado ya que, por lo menos, en la sala que me correspondió se nota un total abandono y uno se pregunta: ¿es desprecio por los más pobres o desprecio por la misma institución? Pienso que un poco de todo, incluso indiferencia de los mismos usuarios que deben presionar a sus EPS para que se pongan al día con el hospital y así se solucionen los problemas. La tolerancia, decíamos en la Carta de Enero, es la “expresión más clara del respeto a los demás” y ejercer un derecho fundamental a la salud, a la vida y a un salario, no debe impedir la convivencia fraterna, ya que todos somos hijos de Dios y como tales estamos llamados a ayudarnos mutuamente dejando la indiferencia que muchas veces confundimos con tolerancia.

Finalmente Dios allanó el camino y fui operada, gracias a muchas personas que me demostraron su cariño interviniendo directamente o por medio de sus amistades, sus influencias, su compañía, su apoyo incondicional y lo más importante para una hija de Dios: su oración, porque sin Dios nada podemos, pero Él rompe barreras, es por eso que lo mínimo que podemos hacer por el hospital y los afectados es orar. Después de todo pude comprobar que Dios siempre escucha nuestra oración, pero concede lo que nos conviene, yo quería servir, sólo Él sabe con qué finalidad tuve que pasar por esta prueba. Mi agradecimiento para todos y así como yo he contado con ustedes siempre, cuenten con mi oración” (Magdalena González)

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